La acalorada crítica del profesor Josef Kraus al sistema educativo actual: «¡Abajo con la pedagogía peluche!»
Lo que están consiguiendo los sistemas educativos actuales en los que se trata al niño entre algodones
ROSALÍA SÁNCHEZ
Niños blandengues y adultos incapaces. Eso es, según Josef Kraus, lo que están consiguiendo los sistemas educativos actuales, en los que se trata al niño entre algodones, se evita a toda costa su frustración y se le mantiene en el limbo de una igualdad que no se corresponde con la realidad.
Y algo debe saber del asunto porque es el
presidente de la Federación Alemana de Profesores .
Publica un libro en el que arremete contra lo que denomina la «pedagogía
peluche» y en el que defiende que
«cuantas menos dificultades
encuentren los chicos en la escuela peor preparados estarán para afrontar las
dificultades que encontrará en la vida». La presentación ya ha abierto un
reñido debate en Alemania y ha apuntado un dedo acusador hacia los padres, en
opinión de Kraus más preocupados en proteger a sus hijos y verse reflejados en
sus éxitos que en enseñarles a vivir.
Su discurso a favor de una
educación más espartana que sirva para fortalecer y hacer más resistente al
individuo comienza con un análisis detallado de las consecuencias que están
teniendo en varias generaciones los sistemas educativos nacidos del espíritu
del 68, que tratan de exiliar de las escuelas la presión y el estrés . «Una
escuela sin estrés y sin presión no es una buena preparación para la vida»,
defiende.
Critica una práctica muy
extendida en muchos de los Bundesländer alemanes, que consiste en no valorar el
rendimiento de los niños con una nota numérica, sino con un texto explicativo
sobre sus avances y retos pendientes «que a menudo ni los padres entienden y
que entran en una serie de detalles que acaban siendo más dolorosos que un
aséptico suspenso».
Se revuelve contra los padres
que «embellecen» las tareas de sus hijos , recordando que «las tareas para casa
son un elemento fundamental del aprendizaje de la independencia y la
responsabilidad».
Insiste en que el hecho de que
una gran mayoría de los estudiantes se oriente a la universidad es
desaconsejable y solo sirve para que el nivel descienda, en perjuicio de la
excelencia académica.
«En Alemania hay 330 tipos de
formación profesional y más de 17.000 estudios universitarios, eso conduce a
una sociedad sobre-academizada e inoperante», asegura, «si todos tienen la
selectividad, es como si ninguno tuviese la Selectividad». Y como buen
profesor, pone tareas, especialmente a los padres.
«Los padres tienen que
rebelarse contra este sistema, escenificar su protesta, olvidan que suponen un
colectivo electoral al que los partidos tienen que hacer caso necesariamente.
Son ellos los que deben tomar la iniciativa de la educación de sus hijos»,
arenga.
Muy concretamente aconseja a
los padres «desconfiar de coloristas programas lectivos que nunca se cumplen» y
asegurarse de que sus hijos tienen que aprender memorizando muchos datos. «Los
niños tienen que aprender hechos, todo lo que no sepan, se verán obligados a
creerlo», señala.
«Sobre todo es necesario que
en los colegios se vuelva a leer», exige, «y me refiero a libros enteros, no a
una página suelta de un libro sobre la que luego se plantean tareas de
comprensión lectora… aunque solo sea por motivos pragmáticos… está comprobado
que las personas que leen regularmente libros obtienen unos ingresos un 21% más
altos que la media…». Y en este punto hace un paréntesis para explicar que los
padres no deben obligar a los niños a leer, sino sencillamente darles ejemplo:
«Sentarse a leer todas las tardes en el salón de la casa, en lugar de andar
enganchados constantemente a los aparatos electrónicos que desaconsejan a sus
hijos».
Kraus anima a los padres a
«tener el valor de mostrar autoridad y a tomar las decisiones», contra la
tendencia actual de dejar que los chicos elijan lo que aprenden y cómo lo
aprenden: «Los niños necesitan a sus padres como agentes de decisión, como una
autoridad positiva y como auténticos ejemplos» , escribe, alentando a plantar
resistencia a cualquier pedagogía complaciente con los niños porque «cuando no
son contestados y no encuentran límites, se sienten perdidos y ni siquiera
conocen lo que son capaces de hacer».
Algunas de sus recomendaciones
a los padres parecen sencillas, pero para nada fáciles de aplicar hoy en día,
como la que tanto repite: «háganles esperar, den largas a sus deseos, porque
conseguir sus caprichos en el momento les evita prepararse para la derrota y
formar su autodisciplina».
Y denuncia, en un ejercicio de
autocrítica corporativa, que tras muchas de las líneas blandas del sistema
educativo lo que hay son profesores poco comprometidos que optan por la vía más
cómoda. Se queja por ejemplo, de que se haya abandonado la práctica de
«nachsitzen», que es como se dice en alemán a quedarse en el colegio después
del horario lectivo para repetir una clase por no haber estado atento en su
momento.
En este exhaustivo repaso, la
peor parte se la llevan seguramente los teléfonos móviles y dispositivos
electrónicos que los niños llevan en el bolsillo para estar permanentemente
localizados, que aumentan la tranquilidad de los padres pero que reducen su
campo de libre movimiento y que, sobre todo, evitan que se aburran.
Kraus está convencido de que
«los chicos necesitan aburrirse» y nos hace una seria advertencia: «El
multitasking enferma».
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