Los nuevos usos de la sabiduría antigua
Contra las enfermedades de
la mente, la filosofía dispone de remedios; por esta razón se la considera, con
toda justeza, la medicina de la mente.
Epicuro
Ser filósofo no consiste en
el mero formular pensamientos sutiles [...]. Consiste en resolver algunos de los problemas de la vida,
no en el ámbito teórico, sino en el práctico.
Henry David Thoreau
Una mujer joven hace frente
al cáncer terminal de su madre. Un hombre de mediana edad prevé un cambio de
rumbo en su trayectoria profesional. Una mujer protestante cuya hija está
comprometida con un muchacho judío y cuyo hijo está casado con una chica
musulmana tiene miedo de los conflictos religiosos que puedan surgir en su
familia. Un ejecutivo financiero con una brillante carrera a sus espaldas se
debate sobre si debe abandonar a su esposa tras veinte años de matrimonio. Una
mujer vive plenamente feliz en pareja, pero sólo uno de los cónyuges quiere
tener hijos. Un ingeniero separado, padre de cuatro hijos, teme que delatar un
error de diseño en un proyecto importante pueda costarle el empleo. Una mujer
que tiene todo cuanto creía desear (un marido y unos hijos que la quieren, una
casa bonita, una profesión bien remunerada) lucha contra la falta de sentido de
su vida; cuando piensa en ella se pregunta: «¿Esto es todo lo que hay?»
Todas estas personas han
buscado ayuda profesional para resolver los problemas que las abruman. En otros
tiempos, quizás habrían acudido a la consulta de un psicólogo, un psiquiatra,
un asistente social, un consejero matrimonial o incluso a la del médico de
cabecera para dar con el tratamiento que les curaría su «enfermedad mental». O
quizás habrían consultado sus dudas con un guía espiritual o recurrido a la
religión en busca de orientación e instrucción moral. Y puede que a algunos de
ellos les diera buen resultado.
También que tuvieran que
soportar largas conversaciones sobre su infancia, detallados análisis de sus
pautas de comportamiento, recetas de antidepresivos o peroratas sobre la
naturaleza pecaminosa del ser humano y el infinito perdón de Dios, sin que
ninguno de estos trances llegara al meollo de su lucha interior.
Es probable que
emprendieran una prolongada terapéutica, sin fecha de finalización, centrada en
el diagnóstico de una enfermedad como si se tratara de un tumor que es preciso
extirpar o de un síntoma que pudiera controlarse con medicamentos.
Ahora existe otra opción
para las personas que se muestran insatisfechas o contrarias a las terapias
psiquiátricas y psicológicas: el asesoramiento filosófico.
Lo que hicieron estas
personas fue buscar una clase de ayuda distinta. Consultaron con un filósofo
para hallar nuevas ideas fundamentadas en las grandes tradiciones del pensamiento
humano. Muchas personas están cayendo en la cuenta de que la pericia filosófica
abarca la lógica, la ética, los valores, los significados, la racionalidad, la
toma de decisiones en situaciones conflictivas o arriesgadas; en suma, toda la
inmensa complejidad que caracteriza la vida humana.
Las personas que se
enfrentan a dichas situaciones necesitan términos suficientemente profundos y
amplios para exponer sus inquietudes. Sirviéndose de sus respectivas filosofías
de la vida, a veces valiéndose de los grandes pensadores del pasado logran
construir un marco de referencia que les permite arrostrar cualquier situación
y pasar al siguiente con fundamentos más sólidos y con mayor entereza
espiritual o filosófica. Lo que necesitan es diálogo, no un diagnóstico.
[...] Todo el mundo tiene una filosofía de la vida pero pocos de nosotros gozamos
del privilegio o el tiempo libre necesario para sentamos a esclarecer
sutilezas. Pese a la fama que ostenta, la filosofía no tiene por qué resultar
intimidante, aburrida o incomprensible. [...]
en el fondo, la filosofía investiga las cuestiones que todos nos preguntamos:
¿Qué es una buena vida? ¿Qué es el bien? ¿En qué consiste la vida? ¿Por qué
estoy aquí? ¿Por qué debería obrar correctamente? ¿Qué significa obrar
correctamente? No son preguntas fáciles, sus respuestas tampoco; de lo
contrario, no seguiríamos dándoles vueltas una y otra vez.
Lo mejor de disponer de
miles de años de pensamiento en los que inspirarse es que muchas de las mentes
más sabias de la historia han profundizado en estos asuntos y nos han cedido un
legado de ideas y directrices que cabe aprovechar.
Ahora bien, la filosofía
también es algo personal: usted también es filósofo. Tome cuanto pueda aprender
de otras fuentes, pero si lo que quiere es encentrar una forma de ver el mundo
que le dé resultado, tendrá que tomarse la molestia de pensar por su cuenta. La
buena noticia es que, con el debido incentivo, usted es perfectamente capaz de
pensar por sí mismo. Apartamos la filosofía de los contextos puramente teóricos
o hipotéticos y la aplicamos a los problemas cotidianos de la vida personal,
social y profesional.
Si viniera a verme, tal vez
le comentaría los planteamientos de Kierkegaard para enfrentarse a la muerte,
las ideas de Ayn Rand sobre las virtudes del egoísmo o el consejo de
Aristóteles de perseguir la razón y la moderación en todas las cosas. Quizás
estudiaríamos teoría de la toma de decisiones, el I Ching (Libro de las
mutaciones) o la teoría de la necesidad de Kant.
Extractado de: Lou Marinoff.
Más Platón y menos Prozac.
Barcelona.
Ediciones B. 2009, Pág. 5 - 8.
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